miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cuba: A 53 años del Moncada, a 47 años de la toma del poder, a los 80 de Castro


Por Sebastián Robles para Izquierda.info

Las preguntas se las hacían todos los activistas de izquierda de Cuba y el mundo, pero solo algunos se atrevían a preguntarlo en voz alta. Es como si discutir la cuestión hubiera sido un secreto de estado o una discusión que solo podría darse entre aquellos que son hostiles a la revolución y desearían verla caer. Todo esto cambió cuando el 1ro de Agosto Carlos Valenciaga, secretario de Fidel, leyó una proclama de éste informando su enfermedad y depositando ”temporariamente” casi todo el poder (fuerzas armadas, presidencia del Consejo de Estado y la titularidad del partido) en manos de su hermano Raúl Castro.

Esta es, sin embargo, una discusión de vital importancia para la izquierda, particularmente en Latinoamérica. ¿Qué pasará cuando Fidel, el líder indiscutido de la revolución cubana, muera? ¿Quién lo sucederá en la dirección definitiva del estado? ¿Qué rumbo tomará Cuba y la revolución con los sucesores de Castro? ¿Qué fracciones hay entre los dirigentes cubanos y como ven, cada una de ellas, la sucesión y el futuro de la Isla? ¿Cómo afectará el desenlace de estos acontecimientos en los procesos políticos de masas que ocurren en nuestro continente?

Carlos Lage, que venía actuando virtualmente como vice-presidente del país, y con gran ascendencia sobre la juventud, partes del ejército y la seguridad de estado, así como también entre sindicatos y otras organizaciones de masas, recibió en la proclamación de Fidel la responsabilidad de la política energética y compartir junto con Raúl Castro la responsabilidad de administrar el triunvirato de los fondos estatales, donde un tercer miembro se dice es cercano a Lage. Como veremos mas adelante, la posición de Lage es lejos de ser débil, ya que el sector energético se eleva hoy día como el más estratégico de Cuba.

Esto desmiente a gran parte de la izquierda continental que se niega a discutir o ver diferencias en el proceso de sucesión a Fidel en el poder, que no se plantea una discusión sobre el mero hecho de que el poder este concentrado de tal forma en una sociedad como la cubana, o que se conviertan en simples repetidores de la propaganda del gobierno Cubano sin cuestionar para nada lo que sucede. Estos es la negación absoluta del internacionalismo. Nosotros hacemos esa discusión y planteamos que debería ser la propia dirección cubana quien debería estar a la vanguardia del debate internacional.

Las tres primeras cuestiones en disputa

Tres días después del traspaso del poder a Raúl Castro, este todavía no había podido aparecer públicamente debido a lo que se dijo fueron “cortocircuitos” con dirigentes de la UJC (Unión de Juventudes Comunistas) y los editores y periodistas de la mayor parte de los órganos de difusión del estado que exigen algo mas que una “proclama” de Fidel para movilizar y propagandizar al nuevo hombre en el poder.

La polémica en el Buró Político del PCC se centra en varios aspectos que los partidarios de Raúl Castro claman son formalismos.

En el último congreso del partido se aprobó una enmienda por la cual, si Fidel muriera (o no pudiera ejercer sus poderes en forma permanente), sus responsabilidades irían automáticamente a manos del 2do Secretario político y Vicepresidente del Consejo de Estado, Raúl Castro por seis meses, luego de los cuales debería confirmarlo en ese cargo una reunión del Comité Central del partido.

Según algunos miembros del Buró Político esta cláusula solo se dispararía en caso de muerte de Fidel, no por una intervención quirúrgica y un tiempo de reposo como lo anunciado. En este caso, la distribución de las tareas en forma temporaria debería hacerse por aprobación mayoritaria del Consejo de Estado y el parlamento.

Ricardo Alarcón dijo algo respecto al tema que los partidarios de Raúl Castro interpretaron como táctica dilatoria. Alarcón dijo que las medidas de la “proclama” debían ser ratificadas por el parlamento “cosa que sin duda hará”. Pero no fijó fecha para la reunión en que el parlamento lo haría.

La segunda disputa es que dirigentes claves de la UJC, periodistas de rango y algunos ministros desean tener una entrevista con Fidel para ratificar las medidas anunciadas y “conversar” sobre ellas. Un eufemismo que indicaría el desacuerdo al menos de algunos de ellos. La UJC y los medios de difusión son clave para la movilización del pueblo por lo que la presentación pública del nuevo Comandante en Jefe fue postergada dos veces. Resultado: Raúl Castro, a tres días de haber sido “nombrado” en sus cargos, aun no ha hecho acto de presencia frente a las masas.

Ricardo Alarcón dió una entrevista el 2 de Agosto a un programa radial de liberales pro-Fidel en EEUU (“Democracy Now”) donde dijo que el se había entrevistado durante media hora con Fidel antes que su “proclama” fuera leída en la TV. Esto parecería indicar que la dirección cubana quiere calmar los ánimos de los sectores dentro de la propia Cuba que exigen la presencia física de Fidel para que ratifique su delegación y para poder plantearle, a su vez, sus posiciones.

Un argumento que recorre los corrillos de todos los ministerios y reuniones en Cuba afirma que “si Castro pudo presentarse con un brazo y una rodilla rotos hace un tiempo ¿Por qué no puede hacerlo hoy día?” y “Si pudo reunirse con Alarcón durante media hora antes del anuncio ¿Por qué no puede hacerlo por televisión por el mismo lapso o reunirse con los dirigentes que hacen de una tal entrevista una necesidad política?”, “si pudo escribir, como afirma Raúl Castro y afirmó Valenciaga en la televisión, de su propio puño y letra una proclama y enviar otra nota a un programa de televisión, porque nadie pudo entrevistarlo hasta ahora para darle veracidad a los hechos y decisiones?”

La tercera disputa parece indicar que Carlos Lage aspira también a la jefatura del país. Aunque algunas fuentes habrían indicado que Ricardo Alarcón también estaría compitiendo por los cargos, otras manifestaron que apoyaría abiertamente a uno de los otros dos contendientes. La presión de Raúl Castro sobre Alarcón para que este convoque al parlamento y apruebe sin mas la “proclama de Fidel” y la demora en realizar la tarea parecería indicar que Alarcón al menos centrea sobre la perspectiva. El que haya salido públicamente a “justificar” en una entrevista que él se reunió con Fidel antes de que se diera a conocer la proclama, parecería que juega a las dos puntas.

Raúl Castro, que en los 80s militara en la fracción “ortodoxa” y pro-soviética del partido y gobierno cubano, se pasó con armas, bagajes y sus estructuras al ala “China” del estado cubano, es decir la de aquellos que quieren una restauración progresiva de las leyes del mercado y los capitales extranjeros pero manteniendo, como hace el PC Chino, la autoridad del partido a sangre y fuego. La socialdemocracia europea favorecería, como lo expresaran públicamente algunos grupos comerciales de aquel continente con intereses en Cuba, así como también algunos personajes influyentes del Partido Demócrata de EEUU, esta salida a la “China”.

Se le oponen a esta tendencia un conglomerado de personajes, casi todos jóvenes, nacidos después del triunfo de la revolución, pero con notable influencia política en el estado, las juventudes, los sindicatos y la seguridad del estado que ven un curso futuro de Cuba mas independiente – o menos dependiente – de Europa, así como la preservación de las bases originales de la revolución cubana y el re-animamiento de los contactos internacionales en vistas a reorganizar algún tipo de movimiento a la izquierda de la socialdemocracia internacional. Lage, por estas posiciones, ha sido repetidamente tildado de “trotskista”.

Esta última “tendencia” vería en Lage su adalid. Fidel, se ha dicho, navega entre dos aguas en relación a esta discusión y mientras estuvo a cargo de todas las palancas del estado buscó un equilibrio entre ambas fuerzas. Ese equilibrio se ha roto según con quien se hable o porque Fidel ve a la tendencia “China” como más realista o porque todavía pesan los pocos años de los dirigentes de la otra. A menudo le endilgan a Lage, aun hoy, la caída del Ministro de Relaciones Exteriores Robaina, sacudido por un escándalo por “abuso de poder” que terminó con el dirigente despojado de todos sus cargos y la membresía en el partido aunque no se le acusó formalmente de ningún crimen concreto. Robaina había sido un protegido de Lage y amigo desde sus tiempos en la UJC.

Esta discusión es de vital importancia para los socialistas de todo el continente y el mundo ya que de cómo se desenvuelva la situación de una Cuba sin Fidel depende, en gran medida, la sobrevivencia del único estado obrero del continente. El impacto de cambios profundos en Cuba tendrán una gran influencia en lo que suceda en nuestro continente. Solo basta recordar como afectó al movimiento de masas internacional la caída de la Unión Soviética y como ello facilitó, por una década, al imperialismo.

El imperialismo y la reacción gusana en Miami también están interesados en la discusión pero no para resolverla a favor de la clase trabajadora sino para que sirvan a sus intereses: acelerar la restauración capitalista en la isla y probarle a los trabajadores que luchan de todo el mundo que toda resistencia es inútil. Afortunadamente, estos planes chocan con dos realidades cubanas:

1. Ninguna de las dos fracciones mayores del estado y gobierno cubanos tiene ni remotamente la propuesta de volver atrás en las conquistas que aun permanecen del periodo de ímpetu de la revolución.

2. La corriente “Gorbachovista” del PCC y el gobierno cubano – que en algún momento fue mayoría en los 80s – se desmoronó cuando la aplicación práctica de esa política significó el desmoronamiento de la Unión Soviética y el Este Europeo o lo que los cubanos llaman “el colapso del campo socialista.” Nadie en su sano juicio en Cuba quiere pasar por los horrores que significaron política, social y económicamente para los rusos, el proceso de transición hacia el capitalismo.

EEUU incluso ha decidido invertir cientos de millones dólares (públicamente han informado de un fondo de $80 millones que no incluye las operaciones encubiertas o el financiamiento de emisoras como Radio Martí) en un proyecto oficial para influir sobre el futuro de Cuba y asegurarse una sucesión a Castro que le facilite sus planes.

Mientras los sectores gusanos mas derechistas de Miami han llamado a un ilusorio “levantamiento cívico-militar” contra el régimen de Cuba otros, los llamados “dialogueros”, coinciden con la mayor parte de la prensa norteamericana y un sector de liberales y aun de conservadores de derecha que plantean “no poner en un mismo saco a Fidel y Raúl, levantar el embargo que se ha vuelto contraproducente y sostener una política cuidadosa en relación a la extrema derecha del exilio.”

El gobernador de Florida, Jeb Bush, ha anunciado, reflejando esta política de discusión del imperialismo sobre que hacer, que “se evitaran los cruces del estrecho de y para Cuba”. La Guardia Costera norteamericana y el Department of Homeland Security (Departamento de Seguridad de la Patria) de EEUU han anunciado medidas concretas para poner ciertos límites a las actividades de la extrema derecha del exilio cubano, al menos hasta que la situación y la política del imperialismo se clarifiquen.

Una discusión que la dirección Cubana no quiere hacer públicamente

Por supuesto que la dirección Cubana, comenzando por el propio Fidel, el Consejo de Estado, el Partido Comunista Cubano deberían ser los que promovieran esta discusión, de manera amplia y pública, e internacionalmente.

No lo hacen respondiendo a su carácter burocrático y al temor que una discusión tal desate un fenómeno incontrolable como lo fue el despegue de la “Perestroika” Y “Glasnost”, iniciado por Gorbachev en la Unión Soviética quien perdió el control de la situación y terminó en la caída del estado obrero soviético y el Este de Europa.

Fidel Castro en persona se ha ocupado de prevenir una discusión demasiado pública sobre el asunto. Lo hizo en el pasado a través de bromas y chistes, asegurándoles a “los pequeños vecinos del norte” que “no llegaré a los 100 en el poder”. Para rematar, en una carta dirigida al pueblo cubano y a los simpatizantes de la revolución alrededor del mundo, Fidel también habría escrito que la cuestión de su salud, y el anuncio de un agravamiento o mejoría constituía, debido a las acechanzas del imperialismo norteamericano, “un secreto de estado”. Castro comete un error garrafal, si en realidad esa es su posición, porque en estos momentos el silencio, el sigilo y el secreto son las armas mas potentes con las que cuenta la contrarrevolución y la Casa Blanca.

Otros han sido mas directos, como su hermano de 75, Raúl Castro quien ha dicho que “solo el Partido Comunista -- como la institución que reúne a la vanguardia revolucionaria y siempre garantizara la unidad de los Cubanos – puede ser el único heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder”, que significa traducido a la realidad política que serán las fuerzas armadas, quienes controlan el partido, quienes decidirán. Raúl Castro dirige el ejército.

Lage, aparentemente Alarcón, la UJC y muchos otros ministros y dirigentes jóvenes del estado, gobierno y el propio partido opinan que el reemplazo de Fidel debe ser una cuestión decidida por el estado y el gobierno y solo secundariamente por el partido. Obviamente porque ellos se sienten fuertes en esos sectores y porque de hecho saben que el partido, los míticos CDRs, incluso los sindicatos y asociaciones profesionales, tienen poco poder de convocatoria y son organismos despojados de toda capacidad de procesar una discusión publica.

La dirección cubana se eleva a la superestructura

Castro ha desechado hace tiempo las relaciones internacionales a partir de contactos con partidos de izquierda o comunistas. Aunque mantenga con ellos reuniones y los reciba en La Habana, Fidel ha privilegiado las relaciones políticas con los gobiernos de Europa, Latinoamérica y sus contactos con dirigentes del Partido Demócrata de EEUU.

Esa política internacional no es sino el reflejo de su política doméstica donde el PCC ya no cumple sino tareas formales y organiza mítines (mayormente organizados por su ala juvenil, la UJC), pero como la Asamblea Nacional por el Poder Popular o parlamento unicameral de Cuba, sus funciones son cosméticas al régimen en términos de discusiones y de diseño de políticas.

En el plano internacional Fidel lidia con líderes y presidentes – esa es su fuente fundamental de influencia, intercambios, negocios, apoyos y discusión – y dentro de Cuba con la elite del régimen, concentrada en el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros y sus organismos adláteres que han desplazado al PCC y el parlamento. Las apariciones en el parlamento de Fidel, Raúl y otros dirigentes, han sido siempre utilizadas como una tribuna para comunicar y autenticar decisiones tomadas en otros ámbitos. Dentro de esa élite se toleran los alineamientos tendenciales informales y los que sostienen una u otra línea de sucesión. De allí para abajo se deja la suposición, la adivininanza, el rumor, y la acción de los organismos estatales centralizados.

Basado en la información anecdótica, el intercambio de comunicaciones entre dirigentes cubanos y revolucionarios de otros países – y dirigentes del entorno de aliados de Cuba como los cuadros alrededor de Chávez, Evo Morales y los Sandinistas de Nicaragua, algunos documentos que se han filtrado al exterior, el estudio de las perspectivas aparecidas en los medios de prensa cubano y lo que los gobernantes del régimen dicen públicamente, es posible determinar al menos algunas de las discusiones entre las tres fracciones principales representadas en el gobierno y estado cubanos.

Fidel se ha ocupado varias veces en el pasado de nombrar a su hermano Raúl como su heredero – pero algunos objetan esta designación diciendo que ha caído en desuso y tiene más de solidaridad y confianza personal que una decisión tomada del líder para su reemplazo. De hecho, dicen estos críticos, la “proclama” de Fidel solo le da a Raúl dos terceras partes del poder, destinando el otro tercio a Lage y lo hace “temporariamente”. Es decir, para “probar” o “ensayar” una sucesión y ver el grado de conflicto que eso genere en el estado, el gobierno, el partido y en el pueblo cubano, además de las reacciones que cause internacionalmente.

Raúl Castro, por su lado, le ha advertido públicamente a los EEUU con anterioridad que sería mejor que comenzara sus negociaciones sobre el futuro de Cuba sin Fidel que cuando esté él aun vivo. Esto no ha sucedido y es incompresible que lo sea, ya que toda negociación con el imperialismo a este respecto revelaría la debilidad del régimen de Castro que se sostiene, capeando crisis tras crisis, sostenido en gran medida por su popularidad entre los partidarios de la revolución y el respeto que se granjeó entre sus adversarios y opositores. En cuanto al imperialismo, sobre todo en manos de la derecha Bushista, está ideológicamente atrapado en un anti-Castrismo que se relaciona tanto a la ideología de los de la Casa Blanca como a cuestiones críticas de política doméstica.

Jeb Bush, el hermano del presidente, es el gobernador de Florida y fue en Florida precisamente donde se centró la lucha política, y el fraude electoral, que le dió a Bush la victoria sobre Al Gore. Todavía están frescas las movilizaciones de gusanos cubanos y centroamericanos a favor del ascenso del por entonces candidato Republicano.

La aseveración de Raúl Castro sería también un reconocimiento elíptico a la fuerza de la oposición con el estado bajo su mano, para tomar medidas pragmáticas de apaciguamiento del imperialismo norteamericano y de fortalecimiento de las relaciones con la socialdemocracia europea. Que este inmiscuirse de la socialdemocracia europea existe se demuestra por dos elementos vitales: las inversiones europeas en Cuba y el hecho de que las dirigencias mas serviles de la dirección cubana en Latinoamérica, sectores importantes del FMLN salvadoreño y el FSLN nicaragüense, así como los seguidores de los cubanos en México y otros países ya son parte integral y secciones de la socialdemocracia.

“Ninguno de ellos lo habría hecho” – dicen a menudo cuadros del PCC – “sin la consulta con y aprobación de Cuba, es decir, con Fidel”.

Las etapas de la revolución Cubana

Las revoluciones, como todo, avanzan, retroceden o mueren y los estancamientos son solo condiciones temporarias que preceden o suceden a cambios sustanciales.

La revolución cubana ha pasado, en su medio siglo de existencia por varios estadios. El ímpetu revolucionario de los primeros años se convirtió en solidez a partir de la derrota de la invasión programada por EEUU en la Bahía Cochinos y la superación de la crisis de los misiles (una derrota para la Unión Soviética, un avance para los cubanos que obtuvieron la promesa del imperialismo de no invadir Cuba a cambio del retiro del armamento intercontinental soviético), el apoyo internacional de masas a la revolución y los procesos políticos generalmente favorables a Cuba de los 60s y principios de los 70s.

A esta etapa de ímpetu revolucionaria correspondieron también las medidas mas progresivas de la revolución – propiedad colectiva de la tierra, eliminación de la renta urbana, los grandes planes de salud, educación y vivienda para la población – pero también la consolidación de una economía dependiente del monocultivo (azúcar y en mucha menor medida el tabaco) y de la ayuda y los subsidios proporcionados por la Unión Soviética.

Si bien la salida del Che de Cuba y su asesinato en Bolivia por tropas entrenadas por los EEUU fue desde un punto de vista un fracaso cubano, una derrota, el prestigio cobrado por la figura del Che a partir de su muerte le dieron a Cuba una dosis extraordinaria de popularidad.

Aquí es de notar que las diferencias políticas que sostenía el Che con la dirección cubana que lo llevaron al alejamiento hacia Bolivia incluso jugaron a favor de esta luego de su muerte. Ese prestigio – mas allá de las razones políticas que lo motivaron – se ensanchó en los 70s con la intervención Cubana en África, particularmente en Angola (también en Etiopía), donde Cuba manifestó – luego del fracaso de la derrota del foquismo – el “internacionalismo” militar bajo los auspicios de la Unión Soviética. Pero ambos experimentos – que fueron opuestos en la práctica militar por los EEUU, Sudáfrica y China – terminaron en derrotas y el retiro de las tropas cubanas. Estas retiradas marcaron el comienzo de un retroceso de la revolución.

La ayuda soviética no era gratuita, Cuba debía servirle a la URSS en su política exterior, tiñendo a la burocracia del Kremlin con el prestigio de la revolución caribeña.

Castro cometió entonces algunos de sus peores errores a finales de los 70 y principios de los 80s: aconsejar a los revolucionarios chilenos la “vía pacífica” al socialismo que terminó en la dictadura pinochetista; la política cubana en Centroamérica que impidió el desarrollo de la revolución primero y luego determinaron el fracaso en Nicaragua, El Salvador y Guatemala y su alianza económica con el PRI en México que lo llevo a abandonar los movimientos revolucionarios en ese país.

“El Periodo Especial”: el colapso del modelo soviético

Ese fue el comienzo de una decadencia política sostenida del proceso cubano. Ese retroceso se convirtió en desastre con la caída de la Unión Soviética, el fin de los subsidios a su economía, el colapso de sus alianzas militares, las derrotas a manos de la reacción en México, Centroamérica y el Cono Sur que se pobló de dictaduras militares o gobiernos reaccionarios.

La década del 90, que trajo la reacción mundial, el imperio del capitalismo más salvaje, se representó en diferentes países con diferentes matices y formas. Los triunfos de las derechas en Europa y EEUU, el Menemato en la Argentina, el gobierno de Fox en México, la derecha gobernando por doquier, aislando al movimiento de masas. En Cuba, esa reacción se manifestó con el colapso del modelo económico de la revolución y la crisis social.

En la primavera de 1980 esa crisis del modelo cubano tendría una advertencia, un adelanto de su futuro en los 90s, que podría haber sido fatal. Cientos de miles de cubanos se amotinaron en diversos barrios de la capital, La Habana, en una verdadera ola insurreccional.

Reclamaban la reforma estructural del régimen y pre-anunciaban la crisis económica-social de los 90s, aunque mayormente se expresara en una ola de gigantesca frustración con el gobierno. Solo la intervención personal de Castro – que se presentó incluso a discutir con los insurrectos – y la apertura del éxodo masivo como válvula de escape de los que después serían llamados Marielitos (por su puerto de embarque en Mariel), permitieron al régimen capear la crisis.

Eso y que el ímpetu de la economía y las ganancias sociales de la revolución aun le permitían cierto juego en el manejo de la situación, junto a medidas represivas selectivas, permitió al régimen desandar lo que podría haber sido una crisis terminal. Mas de 250.000 cubanos abandonaron la isla en busca de la “tierra prometida” en Miami, solo para encontrarse, mayormente, con la discriminación de sus antecesores gusanos y campos de concentración del Servicio de Inmigración de los EEUU.

Otras decenas de miles le siguieron y terminaron engrosando la enorme comunidad Cubana en el exilio que representa hoy mas del 20% del total de la población de la Isla, que el ultimo censo pone en alrededor de 11 millones. Por supuesto, no es el país de Latinoamérica que tiene mas exiliados e inmigrantes pero no se supone que lo sea, allí ha habido una revolución y los que lo superan en cantidad son países donde el capitalismo es mas salvaje.

La etapa de la senilidad revolucionaria

En los 90s, arrasados por la crisis económica, aislados por la reacción mundial y cercados por sus propios errores, la revolución Cubana entró en su fase senil, en donde se tejieron compromisos de subsistencia económica con el capitalismo internacional, particularmente europeo y luego con el chino y se abandonaron todas las iniciativas internas de “reforma” y de “internacionalismo” hacia fuera del país.

Esta situación se vio agravada por la existencia en Cuba de instituciones y mecanismos burocráticos copiados de la Unión Soviética y los países del Este de Europa que no hicieron sino reproducir los mecanismos rígidos de estos países ante los problemas políticos y sociales.

La iniciativa se había perdido y el proceso revolucionario estaba exhausto, sangrante de la herida del monocultivo en crisis, arrastrando tras de si el cadáver de un estado burocratizado, corrupto en algunos segmentos e incapaz de solucionar ni siquiera las promesas básicas de la revolución de 1959.

El régimen apeló a las medidas mas estrictas para sobrellevar la catástrofe del “Periodo Especial” y se lanzó a una carrera de sobrevivencia que combinó el mantenimiento del orden – en 1992, 1993 y 1994 se dieron corridas de “balseros” que abandonaron la isla, pero esta vez el gobierno, previéndolo, tuvo la política de dejar hacer y no oponerse para evitar otro “Mariel.”

En el orden económico, y dirigido este por Lage, Cuba se lanzó a una apertura agresiva de sus playas y centros turísticos al capital extranjero, particularmente europeo, pero también chino.

Así como en el orden interno el régimen privilegió las relaciones con las empresas de turismo y hotelería mundiales e hizo del turismo caro, exótico y de baja calidad al que Fidel llamó “la nueva locomotora de la economía cubana”, el país se asentó sobre una base social que comenzó a cambiar rápidamente.

Las diferenciaciones sociales, que nunca desparecieron en la Cuba post revolucionaria pero se habían amenguado notablemente, volvieron a crecer vertiginosamente. Los empleados de la hotelería, con acceso a dólares, comenzaron a disputar a los funcionarios del partido sus privilegios o, mejor dicho, a compartir algunos de ellos.

Actualmente, miles y miles de profesionales formados para ser médicos, ingenieros o arquitectos se desempeñan como camareros, guías y guardias de seguridad de los hoteles.

Cuba tuvo que admitir la circulación de tres tipos de cambio y dos monedas nacionales diferentes, además del dólar, para acomodar esta nueva clase media emergente y dar, a cada estamento social, su propia moneda de desempeño. Los empleados de las zonas turísticas comenzaron a superar en ingresos al otro sector relativamente privilegiado: los profesionales de la salud que trabajan en clínicas y hospitales que sirven al comercio exterior cubano que también se intensificó para procurar divisas fuertes.

Por otro lado, los negocios del turismo también trajeron aparejados los negocios a la sombra de las multinacionales explotados por cubanos que pusieron restaurantes, compañías de transporte y entretenimiento para solaz de los turistas o servir a las necesidades de los crecientes números de extranjeros que venían a la Isla por tratamientos médicos. Estos sectores son hoy similares a los viejos “Kulaks” que se formaron de la mano de la NEP durante el régimen Estalinista de los 30s.

La sociedad se vió también conmovida por la aparición sin mucho control de la prostitución, las drogas, el mercado negro y la corrupción que se crearon en los callejones de la economía de los centros turísticos. El lumpenismo creció vertiginosamente al mismo tiempo que la clase obrera industrial se encogió con el cierre de industrias, molinos, procesadoras e ingenios azucareros.

En el otro extremo de la escala social cubana, la enorme mayoría de los cubanos no tenia acceso a los dólares, ganaban salarios que rondaban los $100 – 130 dólares por mes y se les empieza a negar o retacear el acceso a los bienes de cambio introducidos a la isla con la avalancha de turistas extranjeros y pacientes de lujo de todo el mundo que concurren a los sanatorios y clínicas del país.

Los subsidios de comidas, vivienda, educación y salud al conjunto de la población sufrieron enormemente. La crisis económica obligó al gobierno a reducir a una fracción el número de alimentos y útiles racionados anteriormente; la infraestructura de escuelas y edificios públicos se deterioraron; los cubanos comenzaron a sentir el “desabastecimiento”. La ausencia de planes masivos de viviendas convirtió a las viviendas entregadas en usufructo a los trabajadores después de la revolución en verdaderos conventillos a medida que las familias crecían, se formaban nuevas parejas y familias y las casas se dividían y sub-dividían para acomodar a todos.

Las tres fracciones del Fidelismo

Cuba, Fidel y el régimen prácticamente perdieron toda iniciativa política internacional durante esta década, dedicándose exclusivamente a salvar lo que se pudiese del estatus quo. A fines de los 80s existían tres fracciones bien diferenciadas en el aparato del Estado y entre los cuadros dirigentes de la revolución.

Una mayoría “Gorbachovista” que vieron en las reformas del líder ruso una salida viable a la crisis y una continuidad del status quo.

Antes de la caída de la Unión Soviética y el Este de Europa, esta fracción contaba con la simpatía de la mayoría de la elite gobernante en la isla. A ella se enfrentaban una que sostenía la “salida china” a la crisis, es decir una combinación de tolerancia cero para la disidencia por fuera del PCC y una apertura controlada a los capitales multinacionales, además de una transformación social lenta del estado obrero hacia formas de diferenciación social.

Esta última era todavía una fracción minúscula. Los reflejos de seguir un camino independiente de la Unión Soviética se habían perdido y el Gorbachovismo aparecía como el salvador reformista del estalinismo.

Entre ambas fracciones, funcionaba una tercera, “ortodoxa”, para cuyos dirigentes – incluido Raúl Castro – no debía haber ningún cambio y las circunstancias económicas sociales de crisis eran un fenómeno pasajero. Esta fracción anidaba fundamentalmente en las Fuerzas Armadas, mas específicamente en sus cuadros jerárquicos superiores, y en algunas secciones de la seguridad del estado.

Los “chinos” – que poco y nada tienen que ver con el Maoísmo clásico – finalmente pasaron a ser una fracción casi dominante en las esferas de poder cubano cuando la catástrofe social que se desató en la Rusia post-soviética, amedrentó a los “gorbachovistas” que se replegaron aterrorizados ante las consecuencias de la contrarrevolución en la “Patria del Socialismo” y se replegaron en masa a la “salida china”. Muchos “ortodoxos” cambiaron de bando también porque veían en la alternativa de la “salida china” una resolución pragmática a los problemas de “seguridad” desatados, según ellos, por las “reformas” de Gorbachov.

Los realineamientos tuvieron que ver con la realidad política cambiante después del colapso de lo que los cubanos llaman el “campo socialista”. Pero fue enormemente facilitado por el hecho de que ninguna de las tres fracciones desafiaba el poder y la popularidad de Fidel. Las tres sostenían que la presencia del líder era la máxima, y tal vez única, garantía de relativa estabilidad.

¿En presencia de un renacer económico y político cubano?

Fidel, la revolución cubana y su economía parecen sin embargo dirigirse hacia una potencial salida positiva. Por un lado, la política económica pragmática y pro-capitalista – con la que tuvo que ver mucho Carlos Lager – ayudo a sostener a Cuba a flote y el turismo – alimentado por masas de socialdemócratas europeos y norteamericanos y turistas de Latinoamérica – parecen funcionar por lo menos a un nivel sustentable.

A eso se agregaron los enormes proyectos de construcción – viviendas y hoteles mayormente – que se hacen con inversiones provenientes de Europa y China, pero también de otros países como Canadá.

No hay que despreciar el esfuerzo industrial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias comandadas por Raúl Castro que, hoy por hoy, dirigen cerca de la mitad de la economía Cubana y de las empresas del estado, incluyendo ahora – después que Lage fue desplazado de la misma – gran parte del turismo.

La infraestructura del turismo y la construcción, sin embargo, no son ni eran suficientes para avanzar en nuevas conquistas para los trabajadores y campesinos cubanos, ni siquiera para regresar a los niveles anteriores al “Periodo Especial”.

Entonces las condiciones políticas del continente Latinoamericano comenzaron a cambiar favorablemente para el régimen Castrista. Brasil, Argentina, Venezuela primero y luego Bolivia comenzaron a resurgir económicamente después de la crisis de los 90s y la situación de esos países, empujadas por la lucha de los trabajadores, campesinos, pueblos originarios y jóvenes cambio, poniendo en el poder a fuerzas burguesas y pequeño burguesas que no son hostiles a Cuba.

Chávez de Venezuela, mayormente, se transformó en un aliado estratégico de Fidel extendiéndole un certificado de sobrevivencia en la forma de petróleo subsidiado a un tercio del valor internacional (cuando el precio internacional ronda los $80 por barril, Cuba se lo paga a Venezuela a $25) y créditos baratos, así como asistencia en la renovación de infraestructura critica para Cuba.

Brasil y Argentina, y en general el MERCOSUR, han incrementado por tres el intercambio comercial con la Isla y las multinacionales que residen en esa región han incrementado sus negocios e inversiones en la patria de Fidel. De la mano de Chávez, Cuba está ahora ingresando a la alianza regional.

Un hecho, sin embargo, vino a ayudar en ese proceso y a magnificarlo. El descubrimiento de una gran reserva petrolera entre Cuba y Estados Unidos (más cerca de Cuba).

Cuba ha estado a la búsqueda de petróleo, no siempre con éxito, durante décadas. Con ayuda soviética descubrió en 1971 el pozo de petróleo de Varadero, a ocho kilómetros de la costa Cubana, que hoy produce unos 75.000 barriles diarios o 40% del total de la producción del país. La calidad del petróleo, sin embargo, es mala, pesado y agrio.

En julio del 2004, hubo un gran golpe de suerte. La compañía española Repsol-YPF, en sociedad con la compañía petrolera estatal, CUPET, identificó reservas de petróleo de “alta calidad” en aguas profundas de los Estrechos de Florida, 30 kilómetros al Noroeste de La Habana.

Siete meses después, un informe del US Geological Survey lo confirmó. Con fotografías especiales satelitales afirmó que el yacimiento tenía entre 4.500 y 9.300 millones de barriles de crudo y de 9.8 trillones a 21.8 trillones de pies cúbicos de gas natural.

De inmediato Cuba dividió el área de más de 100.000 kilómetros cuadrados en 59 áreas de exploración y llamó a las compañías multinacionales petroleras a explotar en sociedad con el gobierno cubano estas inmensas reservas.

Compañías petroleras de China y Canadá se sumaron así a Repsol-YPF que a su vez formó una sociedad con la compañía India de petróleo y la Norks Hydro ASA de Noruega para explotar el petróleo y gas hallado en 6 de las 59 áreas de aguas profundas a lo largo de la costa de Cuba.

La compañía canadiense Sherrit International Corp a su vez, se hizo cargo de 4 de las áreas y Venezuela está a punto de concretar lo que sería – después de sus proyectos de la Cuenca del Orinoco – la mayor empresa nueva de extracción petrolera y gas de ese país.

Junto a estas perspectivas, una docena de países de Europa y Latinoamérica, notablemente Venezuela, están realizando acuerdos para construir la infraestructura necesaria para la explotación del petróleo y gas natural cubano.

Esto le ofrecería a Cuba una nueva oportunidad de un salto adelante en el aspecto económico y la posibilidad de diversificar su base industrial y productiva. Una nueva oportunidad para el régimen Cubano y su gobierno de recuperar la iniciativa y renovar – abandonando la senilidad en la que había caído.

El nuevo ímpetu revolucionario podría darse a condición, claro esta, de que el régimen y gobierno cubanos rectificaran profundamente su alineamiento internacional procurando promover y aliarse con los procesos revolucionarios, re-creando nuevas formas de internacionalismo y atacando de lleno los problemas sociales y económicos que pesan sobre el pueblo cubano.

De la misma forma, Cuba debería abordar de inmediato una verdadera revolución política, es decir el mantenimiento de sus estructuras de estado obrero, acompañadas por una activación del potencial revolucionario y movilización de sus propias masas obreras y campesinas y un llamado a la solidaridad con las masas en lucha del mundo, en primer lugar de Latinoamérica.

El pueblo cubano, para acompañar y fortalecer un tal proceso, debería controlar el nuevo bastión económico energético y las fuentes industriales creadas a su alrededor, así como recuperar el control de sus industrias actuales como el turismo y la construcción. Ello podría lograrse a partir de su movilización y la creación de instituciones obreras democráticas. Todo improbable bajo la dirección de Fidel o la de muchos de los que aspiran a sucederlo.

La lucha fraccional contemporánea

Hoy esas fracciones de finales de los 80s y principios de los 90 son irreconocibles y otras, basadas casi exclusivamente en la línea de sucesión a Fidel Castro las han reemplazado. Esto no quiere decir, sin embargo, que las que existen hoy día no sean fracciones con programas u objetivos, sino más bien que estos se corporizan en los candidatos a jefe de estado.

En los 90s, la economía cubana colapsó debido a la caída de la Unión Soviética y sus subsidios e intercambio. La crisis social y económica fue tremenda y el régimen adoptó medidas de emergencia. Este periodo se conoció como “Periodo Especial) donde el control partidario se hizo primero extremo, luego este mismo fue eliminado a favor del control estatal por una élite por encima de las instituciones como el propio partido, el parlamento, los sindicatos y los CDRs.

Todas las instituciones de masas fueron prácticamente convertidas en sellos de goma, se reestructuró la economía centrándose en el turismo y las ciencias médicas para exportación y se abrió el país para inversiones extranjeras, particularmente europeas y chinas.

En el plano político se clausuró la etapa, iniciada en 1974 en la provincia de Matanzas y seguida en 1976 a nivel nacional de “apertura” de los órganos de poder a través de elecciones bajo control estatal y limitadas a la Asamblea Nacional por el Poder Popular (parlamento unicameral cubano).

A partir de principios de los 90s el Consejo de Estado ha reemplazado al parlamento y el partido y los famosos Comités de Defensa de la revolución (CDR) han prácticamente dejado de funcionar mas que como simples distribuidores de parte de los subsidios estatales a la población. Los sindicatos, que siempre tuvieron una función paraestatal, no independiente, perdieron toda posibilidad de alterar las condiciones de trabajo o negociar con sectores del poder.

Prácticamente todas las discusiones políticas y las decisiones mas importantes del gobierno y el estado cubanos se dan en el Consejo de Estado – sus miembros son apenas unas docenas – y en sus Ministerios – donde los cuadros con poder de decisión son centenares –, secretarías y cuadros de las mismas, agrupando unos 3-4,000 cuadros políticos.

Dentro de esta élite, menos de 150 dirigentes de Ministerios, la intelectualidad, las Fuerzas Armadas, la seguridad del estado, llevan sobre sí toda la responsabilidad y el privilegio de tomar todas las decisiones. Es en ese pequeño grupo y en su periferia inmediata de unos miles más es en donde se dirime la discusión – y se tomarán las resoluciones – sobre la sucesión y el curso futuro de la revolución cubana.

El Consejo de Estado, órgano de la sucesión

Teóricamente un órgano del parlamento que funciona entre las dos sesiones del mismo, ha pasado a ser el organismo que decreta desde la vida económica hasta las sanciones políticas, pasando por todas las decisiones de importancia en el estado cubano y llevando a cabo la política exterior de la isla. Junto al Consejo de Ministros, ambos presididos por Fidel hasta su operación quirúrgica, en ellos se concentran los poderes del estado y el gobierno.

A la muerte de Fidel, quien tenga la mayoría entre estos cuadros, será el encargado de suceder al líder y de enmarcar la política futura de la revolución. Sin embargo, dentro del mismo Consejo, no todos tienen el mismo peso específico en las decisiones.

Por empezar, solo una docena de estos cuadros tienen cierta popularidad entre los cubanos, mientras el resto son casi desconocidos para el conjunto de la población. Entre ellos destacan tres con las suficientes credenciales, objetivos políticos, ambiciones políticas y alrededor de ellos se organizan el resto: Raúl Castro, Carlos Lage y Ricardo Alarcón. Es probable que Raúl Castro haya caracterizado que el Consejo y aun el propio parlamento le hubieran sido adversos, por eso esta basando toda su presunción de heredero de Fidel basándose en el partido, y ni siquiera en sus órganos de base, sino en su Buró Político y en el Comité Central. Esto es así, porque es allí donde la vieja guardia y los cuadros militares tienen un peso exorbitante.

Un simple vistazo de las estadísticas de la Asamblea Nacional por el Poder Popular, que refleja en gran medida la composición del propio Consejo de Estado, da una pauta que son los sectores más jóvenes y cercanos a dirigentes como Lage quienes tienen la mano ganadora en ese ámbito.

La edad promedio de los integrantes es de 47 años, y de los 600 miembros, unos 180 tienen menos de 40. Los miembros de 41 a 65 años son 359, mientras los de la generación de Raúl Castro, aquellos mayores a 60 años son solo 65. Los universitarios son una abrumadora mayoría de 493. Los nuevos diputados, es decir aquellos que fueron promovidos por Lage y el propio Alarcón son absoluta mayoría con 378 puestos.

El espectro de la revolución y la democracia obrera

Es necesario determinar, o por lo menos elaborar una hipótesis de que clases subyacen en las diferentes tendencias del PCC. Sabemos que los trabajadores fabriles y sectores más conscientes del campesinado cubano empujan por una re-estructuración favorable a ellos de la economía y que subyacen en esos estamentos sociales un deseo de “participación” que, junto a la masiva juventud, podrían dar el marco de una renovación de la revolución.

Existen estamentos medios, muchos de los cuales podrían considerarse como clases medias privilegiadas (sectores de la burocracia estatal, los trabajadores del turismo, los miembros del aparato estatal y político y algunos intelectuales y deportistas). Estos sectores estarán mucho mas presionados para acelerar el curso de la restauración capitalista completa y de encontrar un status quo más “razonable” con el imperialismo norteamericano y europeo.

Luego están los sectores incipientes de una burguesía de poca monta estableciéndose en los márgenes de la sociedad cubana, los lumpenes, los traficantes, los beneficiarios a gran escala del mercado negro, los contrabandistas… que constituyen un numero mucho mayor de los que muchos creen. Para estos sectores, auque su coherencia y estructuración social los diferencie notablemente entre ellos, tienen en común una profunda hostilidad a cualquier regreso a las fuentes de la revolución original y mucho mas aun a una reforma revolucionaria y un re-lanzamiento radical del proceso político cubano. Habrá que ver a qué sector cada tendencia del Fidelismo apela para sustentarse y movilizar por sus propios intereses. Por ahora, parece haber un acuerdo tácito de mantener la lucha fraccional en la superestructura del poder, en la élite. Todas las tendencias comprenden que desplazar esta lucha a la estructura social de clases de la sociedad cubana podría tener resultados impredecibles: o un giro de sectores importantes que hoy no existen a apoyar la contra-revolución abiertamente o que el deseo de un salto delante de la revolución obtenga apoyo de masas y que éstas, movilizadas, obliguen a sus dirigentes a ir mucho mas allá de lo que quieren.

Lo interesante de todo este proceso es la potencialidad de un salto adelante en el proceso revolucionario que lo salve de su muerte segura poco después del velatorio de su máximo dirigente, Fidel Castro. A eso deberían jugarse todos aquellos a la izquierda de la socialdemocracia en Cuba y para ello estos deberían convocar a las masas trabajadoras y populares de Latinoamérica.

Un aspecto a favor es que las postrimerías del “Periodo Especial” y el comienzo de la visualización de una perspectiva mejor económicamente, a mas de la apertura que significó la reconversión económica de Cuba que atrajo a cientos de miles de visitantes a la Isla, es que a los márgenes aun, pero importantes márgenes, se esta formando una corriente mas radical, rebelde, de la sociedad cubana.

Han surgido “Trotskistas” en la Isla. A veces se llama así a hipercríticos revolucionarios del actual proceso; otras veces a quienes están un poco a la izquierda, moderadamente a la izquierda, de los “aparatchiks” y otras a revolucionarios sinceros o intelectuales que buscan una explicación al triunfo inicial, a los fracasos posteriores y a las posibilidades del futuro.

Libros de Trotsky y otros autores a la izquierda de aquellos que constituyeron las enseñanzas tradicionales de las generaciones anteriores comienzan a circular y existen grupos y eventos informales de esta nueva disidencia dentro de la revolución. Algunos de estos elementos, como Celia Hart, una especie de Trosko-Fidelista de las que hay muchos exponentes en la Isla, son tolerados.

Otros serán resistidos. Estos nuevos elementos revolucionarios tienen que buscar el camino, ante todo hacia la juventud, donde reside todo el potencial para salvar el proceso revolucionario, y de la clase obrera – que está destinada a ser el único motor de la revolución dentro de la revolución – con una propuesta que combine un plan de acción revolucionario e independiente al mismo tiempo que las herramientas democráticas (concilios de obreros y campesinos, control obrero de la producción y los planes económicos, así como de la distribución) que son necesarias.

Dentro de ese marco, los grandes peligros son las tendencias hacia la “vía China” de desarrollo por un lado – donde la restauración capitalista se combine con un control aun mas burocrático del aparato del estado – y la de los intentos contrarrevolucionarios del imperialismo el cual, aunque para algunos parezca irreal, podría tranquilamente inclinarse hacia la “vía china” como una medida de transición perfectamente compatible con sus planes a largo plazo.

Por otro lado, un error de cualquiera de las tendencias en la superestructura, podrían desencadenar fenómenos impredecibles. El nerviosismo que hoy recorre las filas de los altos rangos del ejército, la policía y la seguridad de estado, y la paralización de los organos destinados a tomar decisiones formales, podrían alentar a algun sector a intentar un golpe de mano, o incluso un golpe palaciego – si es que ya no hay uno en curso – para lograr ventaja sobre sus adversarios. Los próximos acontecimientos que se sucedan en esta lucha y cómo ésta encuentra eco en el pueblo cubano y las masas Latinoamericanas y la izquierda – que hasta ahora se ha declarado de palo – tendran entonces una importancia decisiva.

En Cuba, los hilos del avance y el triunfo primeros fueron dirigidos por Fidel, Camilo, Frank y el Che. De ellos solo queda Fidel vivo. Su gran popularidad entre quienes lo apoyan y el enorme respeto del que goza aun entre aquellos a quienes no les gusta su régimen han sido hasta ahora los garantes de la permanencia de esos triunfos del pasado.

Por otro lado, el equilibrio entre la naturaleza del estado obrero deformado y los embates capitalistas que pugnan por restaurar el viejo orden se está perdiendo a grandes pasos, si no es que se ha perdido definitivamente.

Fidel está por cumplir 80 años, la revolución ya tiene 47. Después del retroceso de los 90s y la caída de la Unión Soviética, la revolución muestra rasgos de senilidad y Fidel no puede darse el lujo de salir de escena graciosamente. El lo ha dicho “un error de la revolución nos puede significar un desastre”.

Nada se pierde, todo se transforma. La muerte, en política, no es necesariamente el fin. El Lenin momificado le sirvió a Stalin durante décadas. La muerte anticipada, y muchas veces anunciada, de Fidel, no significa necesariamente el fin de la revolución cubana

No habrá culto a la personalidad, sin embargo, que salve a su sucesor si todo lo que cuenta es con una momia. Si alguien sin la popularidad y autoridad de Fidel ante las masas quisiera continuar las cosas tal cual son hoy, estará perdido. Si la contrarrevolución le gana de mano a la reforma, también. Solo la revolución política, es decir la reforma radical del sistema, no su liquidación, podrá transformar la revolución, dándole nueva vida.

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