lunes, 15 de septiembre de 2008

Ser Comunista hoy (2)

x Fesal Chain

Acabo de releer la Novela La Sangre y la Esperanza de Nicomedes Guzmán. Qué gran Novela, no sólo desde la óptica de la crónica detallada del mundo obrero urbano de comienzos del siglo XX, de los comienzos del Partido Comunista y de la FOCH por acá en el barrio La Chimba, sino como ejercicio riquísimo del lenguaje, de superposición de géneros: poesía, epistolar, literatura fantástica, lenguaje sicoanalítico, etc, etc. 

Sin embargo, al terminar de leerla, con los ojos húmedos, hice una breve reflexión en voz alta acá en la casa. A proposito de la clase obrera y del Partido, de nuestro partido que es, como tantas veces he afirmado, un espacio de identidad, de afectos y tambien de enojos, como una familia. 

Yo no nací en el seno de una familia obrera ni pobre, aunque mi abuelo fue inmigrante y llegó muy pobre a Chile, trabajando de "falte", es decir con una maleta  vendiendo peines, hilos, agujas y lo que le "falte" a las mujeres del campo y los pequeños pueblos que rodeaban Linares. Y a mi abuelo le fue bien, logró ser un comerciante establecido y traer a mi abuela a Chile y tuvo sus hijos acá. De los siete , dos profesionales y el resto de los hermanos, comerciantes pequeños, mis tres tías costureras, gracias a las políticas de promoción que comenzaron bajo el gobierno de Frei padre y que crearon las escuelas técnicas para mujeres.

Mi padre estudió Medicina en la Universidad de Chile, gracias a los esfuerzos de aquel inmigrante, que con dificultad leía en árabe y en castellano y que fue hijo de un siglo XIX, sin electricidad, ni televisión. 

Mi padre siempre me acercó a la literatura, yo cuando niño  recién vine a ver televisión a los 5 años y un solo canal TVN con Tevito bailando, Pin-Pon, Música Libre, y nunca fue la TV un aparato central en la casa. Y la literatura que leí fue primero la rusa, luego la naturalista chilena y de ahí volé a multiples generos y autores de muchos países. 

Yo fui hijo de la literatura, los minilibros quimantú, la biblia, un gran libro rojo con las obras completas de Neruda hasta 1962 y otro gran libro café, la historia de la revolución china en imágenes de arcilla a tamaño natural. Y la revista mampato.

Después de 15 años, logré gracias a la literatura, al conocimiento de la realidad a través de la literatura, irme acercando paulatinamente al mundo obrero y popular que conocí y emocioné en los libros. A los 18 en San Miguel, conocí a los "viejos" de los sindicatos obreros, luego al mundo poblacional, hijo de la vieja clase obrera y del mundo campesino en tantas jornadas de lucha contra la dictadura. Los libros me ayudaron mucho, no eran suficientes, pero si necesarios, ya había leído a Baldomero Lillo y a Nicomedes Guzmán, ya conocía aunque fuera un poco, la vida y las costumbres de la clase a la que no pertenecía pero a la que siempre, desde niño, quise allegarme, unirme, aliarme en la lucha por un Chile más justo.

Así que la reflexión fue simple, yo anoche le decía a mi mujer, a mi compañera, que uno puede llegar a la conciencia de clase, a vivir y a sentir y a luchar, desde dos direcciones distintas al menos, nacer en la clase obrera, en el mundo de los pobres del campo o la ciudad, o desde niño comenzar a conocer ese mundo, desde los libros, desde las palabras de sus protagonistas y de ahí saltar a la reflexión consciente y de ahí dar un salto bien dado, a la práctica real.  Dos direcciones que llegan al mismo punto.

Por eso los comunistas somos un partido de la clase obrera y de la intelectualidad consciente y porque no decirlo, emocionada. Somos sobretodo un partido de la clase  obrera, pero somos un partido de los poetas, de los escritores, de los músicos, de los artistas también. 

Yo sé que hoy, gran parte de  la falta de unidad y de solidaridad y de lucha común de los sectores medios que nacieron pobres y marginados o que se fueron forjando a puro ñeque, con la clase obrera y los actuales pobres del campo y la ciudad, se debe al desconocimiento desde niños,  de la vida obrera y popular, al no escudriñar en su historia, en sus batallas, en su dolores y alegrías,  en un país en que las distancias físicas, la exclusión del mundo obrero fuera de los límites de una ciudad amurallada, es parte de su planificación política, urbana y policíaca 

A nuestros niños de los sectores medios, bien le haría leer la literatura social de Chile, la literatura que nació en el mundo obrero y popular, que tan bien retratado, está, por ejemplo en esta gran novela de Guzmán, La Sangre y la Esperanza.

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