martes, 25 de noviembre de 2008

El pivote de la política es el pueblo

El pivote de la política es el pueblo. Ya sea que se le denomine soberano, ya sea se le denomine movimiento de masas, poder popular, movimiento social, movimiento popular, pobres del campo y la ciudado o proletariado. El pivote es el pueblo si queremos hacer una política real.  Lo que no se entiende tantas veces es que si se hace política palaciega, política de mero diálogo desde la clase política, ya sea de componendas o de relativa discordia, sin considerar al soberano, lo único que se hace es erradicar de la política al pueblo y por tanto dejar a los grupos sociales, a las clases y a la nación completa sin política real de transformación. Entonces, a veces el error lógico de los que analizamos la política y que la hacemos, es complejizar demasiado este principio fundamental. El pivote de la política es el pueblo y no hay política sin él o termina agotándose en breve espacio y tiempo, transformándose en administración pública y consensos con los dominantes. Cuando he afirmado una y otra vez que los partidos políticos  chilenos están en las alturas y se han olvidado del pueblo, lo que afirmo una y otra vez, es que los destacamentos y representaciones, por una parte, ya ni siquiera representan, y es cosa de observar la crisis de representación del sistema electoral, y por otra, menos convergen y participan junto al pueblo en los territorios sociales y políticos del mundo popular en su conjunto. Los partidos  no construyen desde el mundo popular, ahí en el trabajo territorial. Que los partidos de la izquierda histórica se hagan presentes en los sindicatos y en las marchas de los sectores sociales postergados es una expresión muy básica, muy corporativa de la política popular y de masas. Es el acompañamiento casi oportunista del movimiento social en la lucha por mejoramientos parciales. Lo que falta es una política. Es decir una relación orgánica, territorial y sectorial entre las expresiones del pueblo y los partidos políticos de la izquierda y un programa y estrategia con vocación de poder. Esto tan simple y tan evidente, la política de elite lo ha dejado en el baúl de los recuerdos y casi no se habla de esto en ninguna parte. Quizás este artículo breve debería preceder a todo aquello que he escrito al respecto, para esclarecer el fundamento de mis artículos. No es más que la consideración fundamental que la política nace y se desarrolla sólo y sólo si, si es expresión del soberano y se profundiza si el soberano, el pueblo o como se le quiera llamar hace su política y no aquella que los partidos dictan en las alturas del diálogo, la negociación y la negación del pueblo como soberano. Así que más valdría que los distintos destacamentos empezaran a pensar y actuar en conformidad al principio fundante de la política, que no es sino la conformación del poder del pueblo para gobernar su destino y hacer la política, la única posible, la que se asienta en las necesidades y sueños del soberano y no en los intereses de una casta divorciada de las reales aspiraciones populares. 

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